miércoles, 30 de septiembre de 2009

Aquel noviembre(parte I)

Te conocí en pleno auge de música en inglés, en donde era furor esos chicos de Liverpool, yo asiste al recital de unos amigos que ganaban su plata realizando covers de ellos, vos también estabas allí, yo llevaba en mi cuerpo una camisa con flores amarillas y pantalones Oxford, los mismo que vos, una bincha en mi pelo lacio y unas plataformas en los pies, junto a mi estaba Amelia mi amiga de la infancia. Todavía aún hoy recuerdo cual fue nuestra charla, vos estabas delante de mí con tus grandes anteojos y una insipiente barba que se asomaba:
-¿Por favor me deja pasar que no puedo apreciar bien?
- Perdón, pero sólo se trata de escuchar. Hola ¿Qué tal? Mi nombre es Héctor
- (yo por lo bajo pronuncié que no me gustaba ese nombre) Si se trata de escuchar y también ver. Ah, mi nombre es Adela.
-¿Qué dijiste? No te escuche bien.
-Nada, que mi nombre es Adela.
-Pensaba que habías pronunciado otras palabras. Me debes un hola, ¿sabes?
-Hola. Ya empiezan a tocar ¿podemos verlos o te debo algo más?
-Si; bailar junto a mí cuando toquen Help! ¿Trato hecho?
-Trato, sólo en ese tema. Y nada más.
El tiempo paso, como transcurría la buena música, por nuestro cuerpo. Amelia que me decía si me había gustado ese chico de ojos almendra, y yo quedándome sin palabras para poder darle una respuesta acertada. Fue ese momento en donde todo cambió: mis amigos tocaron Help! , y nosotros, cual alejados del resto, hasta casi sin sentir su presencia, bailamos por primera vez. Mi cuerpo se entremezclo con el menudo cuerpo de Héctor generando, creo que hasta por única vez, felicidad al bailar: el mundo parecía ser nuestro. La canción terminó y como tal el concierto también. Unas horas más tarde nos retiramos del lugar, para tal caso ya era la madrugada entrando al amanecer. Los cuatro (Amelia, Víctor-amigo de Héctor- Héctor y yo) nos dirigimos aquí al famoso bar de Mario (Marito para los conocidos), si al mismo en donde hoy me encuentro sentada escribiendo esta historia o esto que no se bien que es, fue, será. Yo me pedí un capuchino, vos te pediste lo mismo: (¿no se te viene a la mente ese día?, perdón, estoy tan loca que le pregunto a la hoja en blanco, a la tinta como si vos estuvieses sentado allí, mirándome). Hablamos de tantos temas esas horas, me acuerdo de la risa de Víctor: esa forma tan particular para contar anécdotas y más aún para reírse.
Mira lo que fue esa madrugada con olores de amanecer que hasta tocamos temas políticos. Todo mezclado con el café y tu cigarro negro que apenas fumabas (allí en ese momento, eras para mi, lo más parecido a Cortázar, aunque para vos no resultara lindo que pronunciara a semejante escritor).
Luego de tener presente ya la luz del día nos despedimos los cuatro, intercambiamos teléfonos (en realidad yo te di el de la tana, mi vecina de la esquina, ya que el mío me lo entregaban en dos semanas), prometimos llamarnos para vernos en otro lugar, otro sitio o mismo para seguir a esta banda de locos que intentaban imitar- aunque nunca nadie pudo- a esos chicos de Liverpool.
Y así fue que nos volvimos a encontrar. Yo estaba nerviosa, para la ocasión me había puesto una falda con cintura alta (al tiempo me dijiste que adorabas esa vestimenta). Nuestro encuentro era en el mismo bar. Vos me esperabas con tu Oxford y esos anteojos que con el tiempo tanto adoré. En tu mano siempre a medio fumar un cigarro (eso siempre era más para aparentar, nunca llegaste a consumir más que cinco puchos por día), me dijiste que estaba hermosa, a lo que retribuí diciendo lo mismo de vos. Luego, hablamos, y hablamos hasta que nuestras bocas se cansaran y entonces fue ese el momento en donde lo mágico ocurrió: tu labio se entrecruzo con el mío: y sólo fueron uno por algunos instantes. Esa noche me di cuenta lo enamorada que estaba de ese hombre que al principio me resultaba feo su nombre. Era ese noviembre donde comenzaría nuestro destello de felicidad, quién sabe por cuanto tiempo……
(Continuará)

No hay comentarios: