sábado, 31 de octubre de 2009

Plan B: Historia de un Asesinato. (Julia, JL, Ernesto)

Es raro y difícil de explicar por que seguía con los dos, por que amaba los dos. ¿Los amaba? No se.
Ernesto al tiempo-a los meses- voló nuevamente hacía Inglaterra. Yo me quede aquí con JL sin animarme a soltar mis alas con él. No era cuestión de abominable cobardía, yo aún moría por los ojos de JL, el era todo para mí.
Al año siguiente fuimos nosotros los que nos aparecimos en Inglaterra. No era sólo por ver a Ernesto, aunque de algún modo igual lo sería también. Se trataba de un gran premio que recibiría JL por un escrito que había generado revolución en el mundillo de las letras. Para ese habitáculo era una pieza nefasta de superar y los críticos sólo presentaban halagos a lo realizado por ese gran hombre-¿mi? Hombre.
Al llegar fuimos recibidos por él quién falsamente felicito a su “amigo”. Yo lo sabía; aborrecía su presencia y más aún sus letras. Detestaba profundamente que fuese tan perfecto aquel ejemplar y que encima le gustase.
En territorio inglés volvimos a fundir nuestros cuerpos, tal como lo hacíamos en Buenos Aires. Era una gran verdad que me gustaba. Si Ernesto, me generaba cosas que hacía tiempo no sentía con Jorge Luis, paradójico cuando el me propuso escaparme yo no acepte, no quise hacerlo. Temía o creía amar JL, aunque ahora que lo medito mejor, no se si es amor lo que sentía (siento) por él, son tantos años juntos haciendo la misma rutina una y otra vez, viviendo los mismos actos, resistiendo sus luces y oscuridades. ¿Tal vez el tiempo transformo el amor en amistad? Puede ser. El tener un contacto físico no significa tener amor. Tarde me di cuenta que lo físico puede llegar al punto de amor, tarde, demasiado.
Era una tarde nublada de aquí- casi siempre Inglaterra padece de nefastos días grises- cuando decidí tomar cartas en el asunto y tomar la decisión más difícil de mi vida: dejar JL.
Quedarme aquí para siempre, eternamente, sin pensar un segundo en todo lo que puede llegar a suceder.
Me pedí mi té. Estaba nerviosa, inquietante. No se por que le tenía miedo a Jorge Luis. Es que era tan duro cuando se enojaba…. Aunque yo jamás padecí su enojó su gran amigo Adolfo me decía que yo era su calma, su paz: el mundo podía derrumbarse, caerse en mil pedazos, pero para él yo era su paz.
Tal vez por eso, era mi profundo dolor. ¿Cómo se le dice a alguien que ya no se lo ama más? ¿Cómo?
JL- Estas nerviosa. Cuando mueves muchos las manos es que lo estas….
Julia- Puede ser. Un poco, tal vez. Te traje aquí para hablar. Para que hablemos. ¿No te parece que tenemos que hablar?
JL- ¿hablar? ¿De que? ¿De tus engaños?, ¿Tus mentiras? O mejor, no hablemos de tu amado lunar izquierdo….
Julia- No te violentes. Te hace mal. No es todo así.
JL-No me violento. ¿Qué creías que no lo sabía? Lo se desde la primera vez. Pero resiste por que te quería. Te quiero, en realidad.
Julia- Tranquilízate. No quiero que cometas locuras.
JL- No, si crees que voy a matar a tu lunar izquierdo no lo hare. (lo medite muchas veces, pero luego me di cuenta que esa no era la solución: por que vos lo seguirías amando). Aparte tuve la tonta ilusión de que tu amor hacía mi era real cuando decidiste no viajar con él.
Julia- Pero yo a vos te quiero.
JL- Querer no es lo mismo que amar……Me quiero ir de acá. Aunque llueva, quiero caminar. Así te conocí y así me quiero despedir y dejarte libre, si en libertad. De nada sirve amar sin ser amado.
Julia- Caminemos entonces.
Ya en el camino, luego de grandes momentos de silencios y vacíos profundos, comenzamos nuevamente hablar, aunque yo me encontraba algo taciturna. Quizás tal vez por lo extrañoque resultaría caminar junto a él las calles de Bath en una forma casi de despedida, no se bien como llamarlo.
Luego fuimos al hotel él se dirigió a la habitación, y yo me quede sola abajo apreciando la vista maravillosa que tenía en el gran ventanal. Al tiempo de estar allí el conserje me comunica que tenía un llamado, cuando lo atiendo la voz era de Ernesto que me preguntaba como había salido todo y como lo había tomado JL le dije que lo sabía para mi sorpresa y que supo entenderme y dejarme en libertad, su voz sonaba contento, a lo que me contesto que de igual manera existía el plan B por si no se llegaba a solucionar….
Julia- ¿Perdón que es eso de Plan B?
Ernesto- Nada importante. El título de mi próximo libro. Plan B: Historia de un asesinato.
Julia- ¿Qué? ¿Lo pensabas matar? Espera un segundo, no entiendo por que aquí todos gritan.
Conserje- Man was killed in the Suite 202.
Fue en ese momento que el teléfono se derrumbo, del otro lado sólo se escuchaban risas. Yo me encontraba atónita, confundida, sin poder entender absolutamente nada. Me dirigí a la habitación y allí lo vislumbre tirado en la cama ensangrentado con una bala en su pecho. Todo era tan extraño. Al día siguiente llego Adolfo, sorprendido se consumió en el dolor, el mismo que sentía yo. Pero a diferencia, mi llanto y tormento tenían una alquimia de culpa, sentía que era yo la responsable de su suicidio. Ernesto también estaba allí, pero casi de forma autómata ¿sería por el impacto de semejante noticia? ¿Se sentiría culpable él también? La verdad que no lo se. No quise quedarme allí.
A las semanas volví a Buenos Aires. Me instale nuevamente en mi casa recordando sus fotos, sus olores y releyendo sus perfectos libros.
Y así fue que paso casi un año de su muerte, poco supe de Ernesto algo perdido por algún rincón. Hasta que me llego una carta él contándome lo maravillado que estaba con su nuevo libro y lo fantástico que le estaba yendo en Europa, en su carta decía que me esperaba y que me mandaba un ejemplar de aquel libro, que para la crítica era inalcanzable, su título era Plan B: Historia de un Asesinato.
Al leerlo lloré, grite, sentía una gran impotencia en mi alma. Pero igual de todas formas intente contestar su carta respondiendo: “Hermoso libro, hasta el final no sabes quién lo mato o si se suicido” muy bien por vos, aunque todavía te falta llegar un largo trecho para escribir tan perfecto a como lo hacía JL”.

Tu Lunar Izquierdo (Julia, Jl, Ernesto)

Para poder reflejar algo de éste sitió que me cobijó desde niña diría que sería algo así como El Aleph planteado por Borges. Era extraño. Eran tantos lugares y al mismo tiempo uno sólo.
Todo comenzó un ocho de julio. Yo llegaba de la universidad con el uniforme aún puesto. Baje del tren y me dirigí a ese habitáculo que supuestamente era mío. En mis odios sonaba Carlos Gardel. Y el crepúsculo daba un aire de misterio al ambiente. En donde habitaba el frío.
Llegue y sentí la soledad. Si la volvía sentir como cuando era pequeña y corría en el parque para que nadie-en mi mundo imaginario- me atrape. Me deslizaba fugazmente sobre el pasto humedecido intentando arribar a quién sabe que lugar. Cuando era niña soñaba que me perseguían y que siempre alguien me estaba esperando. Ahora que ya pasaron exactamente treinta años, tengo la misma impresión. Presiento que me esperan, me buscan. Y que están al acecho de capturarme.
¿Quién me quisiera atrapar? No suelo considerarme demasiado importante para que alguien sea merecedor de mi visita. Más bien me veo casi en forma lóbrega. Abominable.
Al rato deje de pensar en eso. Y me dirigí al piano, aquel de denso negro oscuro, con finas teclas blancas. Me fui hacía allí, para poder sentir la música, volar y volar. Esto también me acompañaba desde chica. El piano me alejaba de todo y de todos. Como ahora. Igual pero distinto. Mientras intentaba penosamente tocar alguna melodía, mis pensamientos fluyeron hacía Jorge Luis. En este momento Jorge Luis era sinónimo de sangre. Al rato mi mente dijo un horario; las cinco de la tarde en punto. La hora exacta para un te. Y cuatro horas más tarde yo sentada aquí. ¿Por qué pensaba en eso? No lo sé, o si lo sabía. Ya lo dije, el piano me hacía olvidar de todo como cuando era pequeña. Como ahora pero distinto.
Incansablemente seguí con el piano, con fuerza y dolor no dejaba respirar ni una tecla del mismo. Las hacía doler. Su tortura era mi felicidad.
Al rato mi mente segó que siguiera tocando. Cesé por algunos instante y me tome el té, si el mismo que tendría que haber pertenecido a las cinco de la tarde. Era igual a ese té pero distinto.
Jorge Luis seguro lo tomaría con un poco de azúcar. Yo amargo.
El día que conocí J.L estaba en la esquina de Santa Fe y Callao. Allí lo miré por primera vez. Con sus ojos marrones, su barba al ras y sus anteojos negros. Me acuerdo que llevaba en su mano izquierda un cigarrillo que nunca fumaría. Yo caminaba la calle, cuando tontamente me tropecé en sus finos, y lánguidos brazos. Ese fue nuestro primer té de las cinco de la tarde en punto. Nos reímos y lloramos de nuestras vidas pasadas para luego intercambiar teléfonos.

Ya al tiempo convivía con él aquí. Si en este lugar que se asemeja- o no- al Aleph descrito por el genial J.L.B.
De esa especie de encuentro imprevisto que derivo en la convivencia ya pasaron ocho años. Parecía una historia inverosímil, pero era tan real.
Nunca pensamos en formalizar. No tenía idea algún si la frase: hasta que la muerte nos separe era la correcta. Ahora diría que si. Quién sabe.
Luego de un período de estar con él (para ser precisos luego de tres años de estar juntos aquí) conocí a Ernesto. Él era muy amigo de J.L. Y hacía tiempo que vivía en Inglaterra.
Ernesto era un hombre no demasiado alto con ojos de color gris, de poco pelo, y mucha barba que a veces tapaba su hermoso lunar de su sector izquierdo. Ernesto era un gran licenciado en letras. El tenía éxito por allí. Pero creo que no se si superaba a J.L. Ambos eran “falsamente amigos”, se la halagaban cuando se veían, se telefoneaban una vez cada quince días, pero cuando no se encontraban se mataban. Ellos se conocían hacía más de quince años. Habían realizado juntos la carrera de letras. Aunque la suerte era distinta, J.L. era reconocido en casi todo el mundo. Ernesto no tanto.
Fue una noche de verano cuando el hombre del lunar del sector izquierdo me convido una copa de tinto. Me sonroje por los piropos entregados por Ernesto. Siempre dije que su alma era la de un seductor. El tenía un buen sentido del humor, distinto a al del JL., que lo fue perdiendo con el paso del tiempo. Igual así como era lo amaba y lo idealizaba también en gran medida.
Paso un mes de aquella copa. Ernesto seguía de visita por estos pagos. Y solíamos salir los tres por las callecitas de Buenos Aires. A mi me gustaba caminar por corrientes, verla iluminada y con gente-aunque suene paradójico-me generaba paz.
Y también paso un mes de aquel papel casi arrojado por mí en la basura que encuentro en mi tapado gris topo: “No digas no, mi corazón no resiste esa respuesta. Te espero a las cinco de la tarde en Rodríguez Peña al 600. Tu amado lunar izquierdo".
Dude demasiado en asistir. Yo no quería traicionar a JL, pero hay cosas y momentos que no se pueden resistir. Y así fue que me dirigí: a lo incierto, inseguro, con la suma de todos mis miedos.
Pero con la ganas probar lo prohibido, de rozar los límites.
Mintiéndole a JL tuve mi primer encuentro con Ernesto.
Ese era el primero de la larga historia casi sin fin, casi.
Continuará………….

martes, 20 de octubre de 2009

La terminal


Magdalena pide a gritos que no la dejen, que no quiere sentirse vacía, desnuda, desolada. Pero nadie le hace caso, o mejor dicho Luca se hace el distraído: sube a su tren y se despide y ella queda allí en la estación con cuantiosa cantidad de gente que camina a su alrededor pero sola sin saber la carta que el destino (si tal cosa existe) le deparada….

Esa misma gente que se encuentra sumergida en ese habitáculo denominado estación es la que no la registra, la ignoran, como suelen hacer con ellos mismo. La mayoría realiza las cuestiones de la vida por hacerlas, sin meditar un segundo. Sin sentir ni si quiera un gramo de felicidad (no existe tiempo para eso), transformando la vida en algo sistemático: colegio, trabajo, universidad(o no, depende), novio/a, casamiento, hijos, y así sigue la crónica hasta la temerosa (por muchos) muerte. Claro esta, si esta no nos visita antes de eso. ¿Nunca nadie pensó en que ya al ser sistemático: no estamos muriendo lentamente en vida?

En el vagón a punto de salir un niño de no más de cinco años pide una moneda. Algo que le rinda para poder llegar a comer a él y su hermano. Suplica una mísera moneda, pero nadie le hace caso. Es que seguramente para el resto hay cosas más interesantes que dar algo de dinero al niño. Aquel que no sabe de horas, que no sabe ni de abrazos y menos de caricias: sólo entiende que él debe pedir la mal llamada “limosna” para poder comer. En su mundo no existen los juegos, o si los hay son muy escasos.
Igual de de toda la amansadora multitud rescata: un beso, una golosina, algunos míseros centavos, y una pelota de futbol que Marcos le compro a Víctor (el mismo que ayer vendía medias en este sucio vagón). Hoy por algunos instantes el niño es feliz. Mañana será otro día.

Otra niña diferente al pequeño anterior, vuelve de su clase de danza. Su pelo esta tirante, y su cuerpo es más esquelético,posee manos largas y finas. Su cara se encuentra temeraria, vaticina que no rendirá como debe el sábado delante de todos. "No te preocupes todo va salir más que bien de lo que te imaginas". Palabras alentadoras de Manolo, el viejo que todos adoran y que siempre se encuentra sentado con su diminuta silla en su lugar habitual. Él no la conoce a ella, más que verla atravesar la estación todos los días a las siete y quince. Para ella Manolo es él loco lindo y divertido de la estación. Y también el gran sabio....

Gisela no medita en el paso anterior, más bien piensa dejarlo en el archivo.Es por eso que decide cambiar su rutina, y escapar a quién sabe donde sin importarle lo que los demás lleguen a pensar, a esta altura todo da igual, y aunque suene egoístas para muchos,Gisela sólo piensa en si misma y algún paraíso desierto donde este ella junto a su alma y nada o nadie más. Sin esperar, sin tiempos, solo gozando de la soledad entremezclada con la libertad.

sábado, 17 de octubre de 2009

Nuestro Diciembre(ya no es aquel noviembre)

Y yo sigo aquí impoluta sentada mirando como la nada misma transcurre.
La memoria, por más que intente lo contrario, me vuelve allí: los momentos, los aromas, las alegrías, y las tristezas. Ella siempre esta sujeta a esos meses, días, horas, minutos consumidos junto a ti. Intente muchas formas quitarte de mi mente: olvidarte y perderme en la multitud. Pero eso raras veces me resulto factible.
Recorría el mismo camino que hacía con vos todos los días: línea D: Desde Callo hasta Olleros esperando tal vez ¿encontrarte?
No se si era eso lo que quería. No se que es lo que quiero. Si estoy segura de algo: al amor lo conocí una sola y única vez,aunque dude....
Tras transcurrir dos años de aquel noviembre: para ser precisos el treinta de ese mes, vos decidiste terminar con esto (“algo te atormentaba”), yo escuche con atención, callé, y salí de este bar (si del mismo en donde escribo estas palabras) y corrí tanto, tanto, hasta doler. Mi cuerpo sentía el dolor del alma, y así fue que lloré, lloré al término de no existir más gotas para derramar.
Ahora pienso, inclusive escribiendo esta historia, ¿y si todos nuestras vivencias de la vida fueran como lo escrito por un escritor en donde lo no apetecible se puede deshacer?, por ejemplo: yo eliminaría ese día del mes de noviembre ¡Que fantástico resultaría todo! Lástima que todo lo contado aquí, es verdad. Pero bueno, como dice mi amiga Amelia hay que mirar el futuro y pisar el pasado. ¿Pero como se hace cuando éste aún hoy nos agobia? ¿Como se hace para continuar, y para no padecer el frío en el cuerpo ya adormecido, cansado? Ahora me pregunto ¿se puede? Supongo que si, aunque no este segura de eso y todo me resulte raro lo intento.
Mientras escribo estas líneas-que no se que intentan ser- pido mi segundo te en el bar de Marito (el no cambio y aún sigue aquí) veo entrar a un hombre bello (depende de que es lo bello para uno, claro esta) más bien digamos que atractivo (si cambio; bello por atractivo). Lo mire un largo rato detenidamente, justo estaba lateral hacía mí, se encontraba sólo, su mirada parecía casi como perdida (un poco tanto como la mía) en su mano izquierda tenía una pluma y un par de hojas en blanco. Al tiempo de estar sentado allí, de refilón él echo un vistazo en general y logró percibirme. Yo por mi parte, consumida en la vergüenza agache la cabeza e intente escribir, aunque fuera en vano. Entonces fue en ese preciso momento que con disimulo volvía a levantar mi rostro; ya que mi objetivo era mirar que anotaba en ese papel, si eran letras o alguna otra cosa, pero fue inútil: aquel hombre volvió a depositar sus ojos en mí y yo nuevamente fui apoderada por la vergüenza.
A las horas el se me acerca y pregunta si mi silla se encuentra ocupada a lo que contesto que no.
Se sienta y tras un largo rato de observarme se presenta.
-Hola, perdón por sentirse casi invadida por mí, mi nombre es Julio.
-Disculpas aceptadas. Hola mi nombre es Adela. No quisiera ser entrometida pero… ¿Qué lleva allí? ¿Dibujos?
- No lo es. Y si, soy un dibujante de la vida.
- ¿Y como es eso de ser dibujante de la vida?
- Simple: soy un dibujante de la realidad, suelo juntarme en plazas, bares y observar a la gente y retratarlas sin que lleguen a enterarse. Ve por ejemplo hoy la dibuje a usted.
- ¿A mí?
- Si a usted. Me gustan sus manos. Son finas como las que tenía Elba.
- ¿Elba? Creo no entender
- Perdóneme. Estoy faltando a mi regla que era no hablar más de ella.
- ¿Y ella es…?
- Mi ex mujer, amante, novia.
- Ah. Seguramente entra a bares en forma desesperante y busca gente parecida ¿verdad?
-Si lo suelo hacer con frecuencia. Aunque a este bar hace ya casi dos años que no asistía ¿Y usted como sabe eso de buscar gente parecida?
- Ay si yo le contara… pero pregunto ¿Por qué hace ya casi dos años que no asiste a el bar de Marito?
-Es que aquí me dejo un Noviembre, este es el lugar donde llore. Eso fue a hace ya dos años y todavía la sigo buscando, amando. Estoy loco. Nadie me entiende. Todos me tratan de loco, es que seguro lo estoy.
-No lo esta, si fuera tal caso somos dos en la misma situación. Yo vuelvo siempre a este bar. Espero encontrarlo aquí. Y todas las mañanas antes de partir a la oficina intento hacer el mismo recorrido que hacía junto a él. Pero supongo que ya no estará acá. O no se. Yo lo realizo. Tal vez algún día tenga suerte (aunque a esta altura dudo de la suerte). Mire; podríamos probar quién esta más loco de los dos y seguro soy yo la que gane.
-Jaja. No se, pero cada vez me atormenta más. Usted es lo más parecido a Elba que vi. Por eso me acerque a hablarle y por la misma causa la dibuje.
-Y bueno a decir verdad hace horas que estoy aquí, y fue la única persona que vislumbre con claridad. Sus ojos mezclados con los anteojos son lo más semejante a Héctor. Además que el aroma a su cigarro me hizo recordarlo. Fuma los mismos que fumaba él.
-Bueno, yo no fumo, digamos que son algo así más para aparentar.
-Jaja.
-¿De que se ríe?
-De nada, sólo me río. Me hace bien. Hacía tanto que no lo hacía que lo había olvidado……y continúo con mi escritura.
-¿Que escribe?
-Estaba intentando contar mi historia con Héctor. Pero ya se me estaba agotando las ideas, los pensamientos, hasta que llego usted.
-¿De verdad?
- Pues claro, esta historia comenzó con Héctor como protagonista…pero ahora que lo pienso puede cambiar ¿quiere que la cambie?
-Podría….yo también cambiaría algunos retratos de Elba. Pero el de hoy le aseguro que no lo cambio. Lo dejo así, bello como se encuentra en este instante.
-¿Y el relato como se titularía?, ¿Cómo dice aquí: Aquel noviembre? Aunque mirando el reloj a pasado un minuto de las doce y ya estamos en diciembre….
-Tiene razón, lo voy a cambiar: ahora será: Nuestro Diciembre. ¿Aprecia ese título?
- Me parece maravilloso.

lunes, 5 de octubre de 2009

Negra


De chica la escuche por papá, bueno el folklore lo escucho por él –o mejor dicho gracias a él- y me cautivo con su voz. Era y seguirá siendo LA voz.
Podrá no gustarte, pero hay que reconocer que en lo suyo era la más grande.
Y como recuerdo nos queda sus canciones, sus interpretaciones (con el tiempo descubrí que ella sólo podía hacer propio temas que no eran suyos), y si gente, era un ARTISTAS: de aquellas que cuando se menciona esa palabra hay que escribirla con mayúsculas.