martes, 20 de octubre de 2009

La terminal


Magdalena pide a gritos que no la dejen, que no quiere sentirse vacía, desnuda, desolada. Pero nadie le hace caso, o mejor dicho Luca se hace el distraído: sube a su tren y se despide y ella queda allí en la estación con cuantiosa cantidad de gente que camina a su alrededor pero sola sin saber la carta que el destino (si tal cosa existe) le deparada….

Esa misma gente que se encuentra sumergida en ese habitáculo denominado estación es la que no la registra, la ignoran, como suelen hacer con ellos mismo. La mayoría realiza las cuestiones de la vida por hacerlas, sin meditar un segundo. Sin sentir ni si quiera un gramo de felicidad (no existe tiempo para eso), transformando la vida en algo sistemático: colegio, trabajo, universidad(o no, depende), novio/a, casamiento, hijos, y así sigue la crónica hasta la temerosa (por muchos) muerte. Claro esta, si esta no nos visita antes de eso. ¿Nunca nadie pensó en que ya al ser sistemático: no estamos muriendo lentamente en vida?

En el vagón a punto de salir un niño de no más de cinco años pide una moneda. Algo que le rinda para poder llegar a comer a él y su hermano. Suplica una mísera moneda, pero nadie le hace caso. Es que seguramente para el resto hay cosas más interesantes que dar algo de dinero al niño. Aquel que no sabe de horas, que no sabe ni de abrazos y menos de caricias: sólo entiende que él debe pedir la mal llamada “limosna” para poder comer. En su mundo no existen los juegos, o si los hay son muy escasos.
Igual de de toda la amansadora multitud rescata: un beso, una golosina, algunos míseros centavos, y una pelota de futbol que Marcos le compro a Víctor (el mismo que ayer vendía medias en este sucio vagón). Hoy por algunos instantes el niño es feliz. Mañana será otro día.

Otra niña diferente al pequeño anterior, vuelve de su clase de danza. Su pelo esta tirante, y su cuerpo es más esquelético,posee manos largas y finas. Su cara se encuentra temeraria, vaticina que no rendirá como debe el sábado delante de todos. "No te preocupes todo va salir más que bien de lo que te imaginas". Palabras alentadoras de Manolo, el viejo que todos adoran y que siempre se encuentra sentado con su diminuta silla en su lugar habitual. Él no la conoce a ella, más que verla atravesar la estación todos los días a las siete y quince. Para ella Manolo es él loco lindo y divertido de la estación. Y también el gran sabio....

Gisela no medita en el paso anterior, más bien piensa dejarlo en el archivo.Es por eso que decide cambiar su rutina, y escapar a quién sabe donde sin importarle lo que los demás lleguen a pensar, a esta altura todo da igual, y aunque suene egoístas para muchos,Gisela sólo piensa en si misma y algún paraíso desierto donde este ella junto a su alma y nada o nadie más. Sin esperar, sin tiempos, solo gozando de la soledad entremezclada con la libertad.

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