domingo, 18 de diciembre de 2011

Navidad y otras cuestiones. Volví para no irme.

Tanto tiempo, esfumada por aquí. Les cuento por si les interesa algo de mi vida (creo que a pocos). A pesar de todo sigo viviendo felizmente en España, Barcelona, ahora ya no sola. Si, logramos que el madrileño venga para aquí. Igual, solemos ir bastante para allí.

Disfrutamos cada uno de esta etapa nueva. Por ahora, sin papeles ni nada. Ya llegará. Andamos con algo de eso.

Por acá no hay demasiado para festejar, aunque-como le digo a él- pueden salir adelante .De las crisis se aprenden.

Y esto lo digo con conocimiento de causa. Hay que aguantar. Veremos que pasará ahora con los cambios de gobierno. Igual, suena raro hablar de derecha al frente. Pero se entiende, nosotros también tuvimos épocas en donde no había opción al votar, en una nos fue bastante mal y lo pagamos caro, en realidad lo que se pago fueron diez años malos.

Bueno, dejemos de hablar de política (sino se torna aburrido). Lo único que digo es que no hay que bajar los brazos como le suelo decir y que se fije si tiene por ahí guardadas pesetas (chiste, no se enojen)

Ahora, por cuestiones laborales tengo a mi prima Clarisa viviendo en Inglaterra- ya hace seis meses- que todavía no tiene fecha de regreso.

Estoy contenta ya que podré pasar las fiestas con dos de mis tantos primos (Sebastián sigue jugando a la ovalada en Francia).

Anoche hable con los abuelos. Me encanta poder escucharlos bien, contentos, felices, anunciando que pronto los tendré de visita por acá.

La abuela me contó que estaba haciendo los papales para el sorteo de navidad del amigo invisible. Obviamente, como somos muchos en familia, se tiene que realizar eso por que sino no se pueden comprar quinientos mil regalos.

Cuando éramos chicos no se hacía tanto eso. En realidad si, pero entre los grandes, lo que pasa es que éramos pequeños y todavía se creía en el señor vestido de rojo con barba blanca.

La navidad era algo muy lindo, en familia, disfrutando todos, con el tío Antonio disfrazado de Papa Noel (tardamos hasta los siete o los ochos años en darnos cuenta que era él). Comíamos la ensalada rusa de la abuela y luego los Pan dulces que ella hacía que resultaban riquísimos, iguales a los de de Plaza Mayor de Buenos Aires (no hay con que darle, son fabulosos). Mamá se encargaba de lo salado en conjunto con mis tías, repartidos entre el vitel toné o el peceto a la vinagreta y el tan querido pollo relleno de la tía Ana.

¿Por que será que siempre en todos lados se come los mismo? ¿Por que sucederá que se hacen los mismos rituales? La radio antes de las doce, mi tío diciendo que es navidad por poco media hora antes, el abuelo negando eso y afirmando que su reloj era el que marcaba la hora exacta.

Todo era como especial, divertido, alegre. Se disfrutaba mucho. Extraño eso.

Igual acá no la paso para nada mal. Se vive de otra manera, pero me encanta.

Me gusta que sea con frío: ¡tiene sentido comer Pan dulce!, allá es rico pero lo comemos con cuarenta grados.

Me despido con un beso en la mejilla, me voy a comer un turrón no será como el 1880(palabras mayores) pero es bastante bueno.

Mal escrito por Rebecca. Si, la misma de siempre.

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